sábado, 2 de mayo de 2009

REVOLUCION Y DEMOCRACIA Pronunciamiento No. 51

09-12-08
En el plano teórico tanto “revolución” cuanto “democracia” son dos categorías de la ciencia política que deben ser conceptualizadas antes de utilizarlas apresurada y descuidadamente como lo hacen muy alegremente los “analistas”, “asesores” y “consultores” neoliberales que se llenan la boca sobre todo con la palabra “DEMOCRACIA”.

Desde el punto de vista historico-materialista, la revolución es un fenómeno social que aqueja a todas las formaciones sociales que, divididas en clases sociales antagónicas, llegan a determinadas etapas en las cuales es imposible seguir conciliando esos intereses contradictorios.

La revolución, en consecuencia, es el hecho democrático más caracterizado e importante de las luchas sociales.

La Gran Revolución Francesa de 1789, junto a la revolución industrial inglesa, constituye el inicio de la época democrático-liberal que inicia la constitución de las burguesías como conductoras de los procesos sociales. La revolución francesa junto a sus pensadores máximos como Voltaire, Montesquieu y Rouseau, y operadores heroicos como Robespierre, Marat y Dantón, sacó de la noche absolutista y monárquica a la Europa medieval poniéndola en los tiempos modernos. Sin esa revolución de carácter universal y que originó una cadena de revoluciones en los países europeos, no hubiéramos logrado vencer a las monarquías medievales que extendían sus dominios en los otros continentes.

La Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917 en la Rusia zarista con sus grandes conductores como Lenin y Stalin, constituye el inicio de una larga etapa de transición de superación del capitalismo y del imperialismo. Esa revolución sacó de las tinieblas oscuras de la esclavitud y la servidumbre a cientos de pueblos de la Europa oriental y el Asia central, constituyendo una esperanza para todos los pueblos del planeta para conseguir un mundo mejor.

La Gran Revolución China de 1949, con sus conductor inmortal Mao Tse-tung, destruyó las viejas y caducas dinastías retrógradas de los señores de la guerra, latifundistas y terratenientes que oprimían a millones de campesinos chinos que morían de hambre por la servidumbre más abyecta.

La Revolución, por lo mismo es un hecho profundamente democrático, es el único camino que puede llevarnos definitivamente a la Democracia verdadera.

En el caso boliviano, la gran revolución del 9 de abril de 1952, constituye el inicio de una etapa muy importante en la liberación de los campesinos bolivianos que luchaban por la tierra y por los derechos ciudadanos, así como por mejores condiciones de vida destruyendo el latifundismo, el pongueaje y la oligarquía minera. Sin esa gran insurrección popular armada que lamentablemente fue vilmente traicionada por el MNR, no hubiéramos salido del más atrasado de los pre-capitalismos que hoy trabajosamente tratamos de superar.

Sin la gran revolución desarmada de octubre de 2003, siguiéramos en manos del “gonismo” infame, del mirismo corrupto, del adenismo miserable, y de todas esas hierbas venenosas que hicieron tanto y tantísimo daño a nuestro país.

La democracia no es pues, ni mucho menos el electoralismo fraudulento, la democracia verdadera, la democracia auténtica se logra a través de la revolución, la misma que efectivamente puede tener muchos y diversos caminos todos conducentes al derrocamiento del capitalismo y la construcción del socialismo.

Los escribas de la derecha y del fascismo pretenden contraponer, teóricamente, su “democracia” con la revolución y, en ese sentido, tienen toda la razón. “Su” democracia, ciertamente tiene como oponente a la revolución porque es precisamente la revolución la que derrotará la “democracia” burguesa fraudulenta, corrupta, neoliberal y decadente.


Jorge Echazu Alvarado.
PC mlm.
Echazu.jorge@gmail.com
http://www.liberación.web.bo/

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