sábado, 15 de noviembre de 2008

¡¡El fascismo genocida, racista y regionalista, no pasará!! PRONUNCIAMIENTO 6

Jueves, 07-02-08
El proceso social de profundas transformaciones sociales que vive Bolivia tiene características revolucionarias porque procede de una insurrección desarmada de las capas sociales y nacionales más subordinadas de la formación social; procede de la acción rebelde de masas empobrecidas que derrotan en el campo de batalla de El Alto y la ciudad de La Paz a un régimen neoliberal que lindaba ya en las fronteras del fascismo genocida; procede de hechos enormemente democráticos en el sentido marxista del término: la acción política de las mayorías explotadas. No es la consecuencia ni el producto de ningún proceso eleccionario demo-liberal de carácter reformista como podría suponerse. No es la consecuencia de una dádiva de la democracia burguesa que permitió la victoria electoral de diciembre de 2005, la cual no es sino una consecuencia directa del octubre rojo de 2003.

Esta situación determina fundamentalmente el carácter mismo del proceso que debe ser claramente diferenciado de lo que constituye el MAS y el propio Gobierno de ese Movimiento y su líder el c. Evo Morales.

Efectivamente, la diferenciación que debe hacerse entre el “proceso” y el MAS es crucial, pues el primero es francamente revolucionario y ha permitido el desplazamiento de la mayor parte de las clases dominantes y su paso a la oposición franca; este desplazamiento parcial del aparato técnico-administrativo de las viejas clases dominantes es fundamental para comprender el carácter del proceso. Sabemos que una característica de la revolución es precisamente el desplazamiento total de las clases dominantes de las cumbres del poder político. En Bolivia se ha producido un desplazamiento parcial de dichas clases dominantes de una parte del aparato técnico-administrativo, pero persiste su dominancia en los poderes Legislativo (Senado), el aparato técnico judicial y sustancialmente en el “poder político” del Estado.

El “poder político” es en palabras claras, la correlación de fuerzas sociales y políticas y esa correlación es justamente la que se encuentra en juego en este momento. ¡O nos sumamos a las fuerzas sociales que propugnan el cambio revolucionario, o nos mantenemos alejados acusando por igual a la derecha y al gobierno de “contrarrevolucionarios”!

El pueblo, las clases explotadas, las naciones y nacionalidades oprimidas, los campesinos y la clase obrera consciente no han capturado, ni mucho menos el “poder político”, únicamente una parcela del aparato técnico administrativo del Estado.

El MAS, que no es partido político sino un conjunto amorfo de Movimientos Sociales sobre todo campesinos y nacionalitarios tiene un carácter marcadamente reformista por la influencia de dirigentes “masistas” --que en gran parte han ingresado al MAS muy “oportunamente” cuando en muchos casos proceden inequívocamente de las fuerzas políticas de la derecha--, y no así por el contenido social de la base de los movimientos sociales, la cual es revolucionaria.

El gobierno igualmente es heterogéneo y en su seno confrontan posiciones, el indigenismo, el reformismo, una derecha agazapada y el democratismo burgués.

El marxismo revolucionario justifica plenamente su presencia (en) y apoyo al proceso general revolucionario porque se considera y lo es, parte integrante del mismo y que se inicia con la “guerra del agua” llevada adelante por los regantes campesinos cochabambinos, la insurrección aymara del octubre 2000, la insurrección de febrero 2003 y finalmente el gran octubre rojo de 2003 en el cual tuvo participación activa y militante la juventud alteña y su vanguardia la UPEA, cuyo rector fue el c. Jorge.

El marxismo revolucionario (maoísmo) no tenía por qué ceder posiciones y aislarse del proceso al reconocer su carácter parcial y sumamente complejo. No sería revolucionario y por otra parte sería muy cómodo acusar al propio proceso de “reformista” y conformarnos con hacer causa común con la derecha desplazada de carácter fascista que brama su racismo en Santa Cruz y Sucre contra los indios y particularmente contra el c. Morales.

Los éxitos y los avances progresistas del proceso son evidentes y están tocando pertinentemente los intereses económicos de las oligarquías nacionales ligadas a las transnacionales. Las políticas de hidrocarburos, de minería, de la tierra y otros recursos naturales, no podían ni pueden ser revolucionarias en sentido estricto, precisamente porque no se tiene el “poder político”, sin embargo el haber puesto freno a las políticas neoliberales de subasta de esos recursos son medidas progresistas que nosotros los marxistas y maoístas queremos profundizar, canalizar y llevarlas hasta sus últimas consecuencias.

Bolivia, el país más pobre de América Latina, víctima de las expoliaciones y explotaciones más inmisericordes del imperialismo y las transnacionales y las agresiones de su propios vecinos, vive un momento crucial de su vida y no puede desaprovechar la oportunidad que han abierto las masas populares con su lucha y sus sacrificios en aras de una supuesta “pureza ideológica” que no sirve sino para llevar “aguas a los molinos” de la derecha fascista.

Se podría comparar la situación boliviana actual con el proceso que vivió Indonesia en 1965, cuando el Partido Comunista de Indonesia (PKI) anunció su teoría de los “dos aspectos del Estado indonesio”. El Partido en esa época sostuvo la teoría revisionista de que el Gobierno y el Estado Indonesio de Sukarno tenían dos aspectos, uno progresista y otro reaccionario. Es decir se sostenía la tesis falsa de que el Estado y sus órganos especializados pueden ser un campo de batalla en la lucha social y política. ¡No es así! El campo de batalla en Indonesia era el Estado indonesio donde confrontaban un aspecto contra el otro, según la tesis del PKI. En Bolivia, no hay “aspectos” que combaten entre sí, hay clases dominantes que buscan recapturar su terreno perdido y las clases sociales revolucionarias que quieren completar el ciclo revolucionario abierto en octubre para “tomar” todo el poder político. En Bolivia no dependemos del MAS (Sukarno) sino de nuestras propias fuerzas que tienen que ser suficientes para derrotar en las próximas batallas de clase a la reacción fascista.

Un asunto que debe ser muy bien comprendido es el de nuestra clasificación de “fascista” a la derecha boliviana que se opone rabiosamente al proceso. El fascismo es una categoría teórica elaborada por Stalin y el c. Dimitrov para mostrar hasta qué punto pueden combinarse los intereses económicos de la burguesía pro-imperialista con los resabios de las viejas clases, adoptando para sus intereses el regionalismo más atrabiliario y el racismo más repugnante. Nuestra derecha no es simplemente clase dominante burguesa común y corriente, no, es una apéndice de los intereses imperialistas que han encontrado en los recónditos refugios del pre-capitalismo atrasado de nuestro país dependiente, los ingredientes de su política reaccionaria.

El fascismo, como lo definimos muchas veces, es nacionalismo exacerbado, es racismo, es belicismo, es demagogia desenfrenada, es regionalismo provinciano; ese fascismo militarizado es conocido ampliamente por nosotros y los pueblos del cono sur latinoamericano, por nuestros hermanos de Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Chile que sufrieron y combatieron a los Bánzer, García Meza, Pinochet, Castelo Branco, Alvarez, Stroessner, Videla, Viola, Galtieri, etc., etc.

En estos momentos el “diálogo” naufraga por la impertinencia de los Prefectos medialuneros que pretenden imponer por la fuerza sus “Estatutos autonómicos” aprobados entre cuatro paredes y desconociendo olímpicamente todo el trabajo (con todas sus limitaciones impuestas por la misma derecha) de la Asamblea Nacional Constituyente. Así mismo estas “autoridades” administrativas se oponen ruidosamente a la “renta Dignidad” que recorta los presupuestos prefecturales que hasta ahora no han servido sino para financiar las campañas millonarias de la derecha contra el proceso y el presidente Morales personalmente y que favorece aunque sea mínimamente a los más pobres del país más pobre del mundo.

Los esfuerzos de los partidos de izquierda por “incorporar” a la clase obrera en el proceso han sido hasta ahora infructuosos. Se prevén reuniones y congresos de la clase obrera reconstituida en los próximos días, semanas o meses. Los legendarios trabajadores mineros de Huanuni deben ocupar, indefectiblemente el lugar que les corresponde a lado de sus hermanos campesinos y naciones oprimidas.

Los desastrosos acontecimientos de Sucre que ha sido otro elemento fundamental de confusión, deben ser estudiados en el mismo lugar. Es por ello que invitamos a nuestros hermanos de América Latina a presenciar en esa ciudad el curso de los acontecimientos. Allá podrán comprobar hasta qué punto son correctos nuestros criterios de que Sucre se ha convertido en la cueva de un fascismo racista atrabiliario. El único partido político que tiene vigencia en la ciudad de Sucre es “Falange Socialista Boliviana” un residuo troglodítico que desapareció del escenario político en 1952 con la Reforma Agraria. Algunos camaradas y compañeros de América Latina se confundieron complemente al calificar de “progresista” la asonada fascista de Sucre que según ellos “el pueblo sucrense habría derrotado a la policía”, cuando lo que ocurría era un levantamiento reaccionario y regionalista anti-campesino y anti-popular en contra del propio proceso con asesoramiento directo de la Media Luna y sus personaros principales.

Es evidente que la actual situación boliviana no es de fácil comprensión sobre todo para nuestros hermanos marxistas, leninistas y maoístas de América Latina y el Tercer Mundo. La ausencia de la clase obrera como tal en la vanguardia del proceso es un factor de confusión teórica. Una clase obrera que en el pasado lejano y mediano fue vanguardia combativa y revolucionaria como ejemplo en América Latina, ha sido destruida por el neoliberalismo, el grueso de trabajadores mineros se convirtió en cocalero o en pequeño comerciante. Los trabajadores fabriles, el terror de la derecha en La Paz en los años precedentes, ahora se manifiestan agresivamente a favor del TLC con Estados Unidos y a favor de “exportar o morir”. Han desaparecido los trabajadores del Ferrocarril, así como las Confederaciones de la Construcción.

Conocemos expresiones sumamente precipitadas que, desde los cómodos balcones del extranjero (Bélgica “El Diario” Internacional, Brasil “A nova democracia”, etc, etc), dedican sesudos artículos calificando al Gobierno de pro-imperialista y neoliberal e igual que los anteriores y acusando, aunque veladamente, a los marxistas y revolucionarios bolivianos de apoyar un régimen reformista que lo es, pero que no puede confundirse con el proceso que vivimos y el cual está sideralmente alejado de la pobre comprensión de falsos revolucionarios que pretenden dar lecciones de “marxismo” desde la prensa y el auto “exilio” sin tener en cuenta que lo único que hacen es echar sus sucias aguas al torrente del fascismo boliviano que ataca sañudamente al proceso, al MAS y a los auténticos revolucionarios bolivianos comprometidos hasta la muerte con ese proceso liberador que es obra absoluta de las masas oprimidas bolivianas.

¡¡El fascismo genocida, racista y regionalista, no pasará!!
¡¡La izquierda revolucionaria se une en defensa de la Patria!!

Jorge Echazú Alvarado.
1er. Secretario del PC-mlm.
chasqui36@hotmail.com

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