sábado, 15 de noviembre de 2008

A CINCO AÑOS DEL OCTUBRE ROJO Pronunciamiento No. 44

17-10-08
A los cinco años de las heroicas jornadas revolucionarias de Octubre-2003, conmemoramos emocionadamente esos hechos que determinaron un cambio radical en la historia de Bolivia. Fueron jornadas rojas, por la sangre derramada y el símbolo de la revolución para los oprimidos y jornadas negras para la reacción, el fascismo y el imperialismo.

Las semanas anteriores al 17-X, se caracterizaron por un enfrentamiento cada día más violento y radical en la medida que las acciones antigubernamentales se radicalizaban al tiempo que el régimen no se daba por enterado de la gravedad de la situación. En efecto, solamente una clase política miope o ciega podía ignorar y pasar por alto la enorme insatisfacción, el rencor y el encono que demostraban los sectores oprimidos de la población boliviana, sobre todo en la zona occidental y particularmente en la ciudad de El Alto, frente al desgobierno gonista.

Por otra parte, y esto puede ser fundamental, poco a poco se fue interiorizando el criterio de que la causa profunda de la crisis galopante era responsabilidad de un gobierno satisfecho y de una clase dominante insensible. De este modo se fueron acumulando las fuerzas opositoras y las fuerzas sociales en el sentido de fortalecer sus estructuras para lograr la unidad de todo el movimiento.

Por otro lado el movimiento campesino, comunitario, cocalero y nacionalitario, después de los errores del año 2000 cuando perdió una inmejorable situación, se repone y vuelve a jugar papel protagónico en la coyuntura presente. A la cabeza del campesinado comunitario de la Provincia Omasuyus y su capital Achacachi, los comunarios se desplazan a la ciudad de El Alto y en las instalaciones de Radio San Gabriel, inician una huelga de hambre subversiva que exige cambios drásticos en la política del Gobierno, así como la no venta de gas a Chile y otras reivindicaciones nacionales. El movimiento tiene sus causas inmediatas en la infame y despiadada masacre de Warisata, donde la población inerme es masacrada por el Ejército provocando víctimas fatales y heridos en grandes cantidades. Se cuenta el asesinato de una menor de 8 años alcanzada por el fuego indiscriminado de la soldadesca asesina. Por ello el movimiento comunario comienza a crecer y el bloqueo nacional de caminos, inicialmente restringido a la zona norte del Altiplano se va extendiendo a otras regiones como Yungas.

La reunión-huelga de Radio San Gabriel juega un papel importante porque allí están reunidos todos los dirigentes campesinos del departamento paceño y de extracción aymara. Se levanta en realidad, una dirección colectiva aymara, lejos ya del caudillismo de determinados líderes. Ocurre pues un vuelco sensacional en la conducción de un conflicto. El movimiento aymara ha ideado, en base a sus experiencias propias, resoluciones comunitarios locales, una metodología nueva que consiste en tomar decisiones por amplio consenso, pero también sobre la marcha, pues se encuentran reunidos y no tiene necesidad de comunicaciones a la distancia que diluyen cualquier acuerdo. Se trata pues de un Consejo Revolucionario Aymara que sesiona permanentemente y toma resoluciones inmediatas. Hasta ahora el Consejo se ha negado a «dialogar» con el Gobierno porque sabe que una dispersión del conflicto y una disolución de la reunión puede conducir a la derrota y teniendo en cuenta que los «acuerdos» con el Gobierno no pueden ser papeles mojados en el futuro y deben cumplirse inmediatamente.

Por otra parte, entra en escena la población alteña, el pueblo alteño también de origen preponderantemente aymara. La prolongación del conflicto y la dictación de un Paro Cívico general de la ciudad, constituyeron la mecha que incendió la pradera que se encontraba completamente seca.

Ya no solamente se trataba de paralizar la ciudad para impedir los negociados de Goni con la oligarquía chilena, se trataba ya de conseguir la caída del gobierno, la renuncia de Sánchez que responde como es su costumbre, con la masacre indiscriminada.

El 12 de octubre, los combates callejeros se han convertido ya en una verdadera guerra popular. Las wiphalas (banderas del amanecer) con un crespón negro en homenaje a los caídos de ayer y de la misma mañana, inundan la ciudad. Las víctimas ya no pueden ser ocultadas ni las causas escamoteadas: en una palabra, el Ejército está utilizando armas de guerra y los heridos y muertos suman decenas. Una nueva masacre esta vez resistida heroicamente por los pobladores alteños se está realizando ante nuestros ojos.

Una fuerza muy importante y diríamos dirigente constituyó el movimiento universitario alteño de la UPEA, pues sus jóvenes movilizados en todas las Juntas de vecinos se sitúan a la cabeza e los desiguales combates utilizando todo tipo de “armamentos” como piedras, palos, hondas, dinamita y petardos. Son ellos los que encabezan la destrucción de las pasarelas que dificultan la movilidad de los mecanizados, los que logran trasladar vagones obsoletos del ferrocarril que son colocados como obstáculos para la marcha de los tanques asesinos. La Universidad Alteña, que luchaba originalmente por su Autonomía plena (constituyó y constituye una excepción en el cuanto al movimiento universitario nacional ganado actualmente por las fuerzas de la derecha reaccionaria), poco a poco fue incorporando todas las reivindicaciones sociales y revolucionarias como la no venta de gas a Chile y finalmente la renuncia inmediata de Goni.

Todo el movimiento se mueve espontáneamente, no parece que pueda existir un cambio en ese sentido. Los pedidos de diálogo no tienen respaldo porque nadie puede garantizar un acatamiento del alto al fuego por parte de la población sublevada.

El bloqueo de las cisternas de gasolina que pretendían atender las necesidades de la ciudad de La Paz, ha ocasionado la furia de los gobernantes que ordenan que el Ejército abra camino desde el Alto aún a costa de disparar directamente contra los bloqueadores. Entonces se tienen cerradas ráfagas de ametralladoras que barren las calles, las plazas y los campos que rodean la ciudad alteña.

Para la mañana del 13 de octubre, se espera o la reanudación de los combates o una tregua que permita un cierto tipo de diálogo.

De todas maneras, los días y las horas de Sánchez Lozada, están contados y sus planes gasíferos antipatrióticos están destruidos, así como todas sus medidas inmediatas que no podrán ser implementadas de ninguna manera. El movimiento aún con grandes pérdidas humanas, ya ha conseguido triunfos morales muy grandes: el gobierno debe saber que no es un chiste aquello de que, para imponer medidas impopulares, tendrá que pasar sobre ríos de sangre.

Es muy importante referirnos a la conducción estratégica del movimiento. Ningún partido político, ni siquiera el MAS, puede atribuirse la dirección del triunfo popular. Ningún líder en particular puede siquiera ostentar el liderato formal de la gran revuelta. Muchísimo menos aquel famoso y tristemente célebre triunvirato de Juan Meléndrez, Mauricio Cori y Braulio Rocha, traidores miserables que lejos de los combates y acciones revolucionarias, confabulaban con Sánchez Lozada para aplacar la revuelta y distorsionarla, en consonancia con su oposición virulenta a la autonomía de la UPEA contra la cual actuaron sistemáticamente.




Finalmente llega el 17 de octubre, día glorioso para la historia de Bolivia, las naciones originarias, la población alteña y los valientes estudiantes universitarios de la UPEA, reforzados por la llegada de miles y miles de campesinos de las provincias paceñas que ya habían cambiado fundamentalmente de objetivos primarios por el supremo de derrocar al gobierno y desfilan triunfantes en un número de por lo menos 200 000, aún antes de la renuncia de Sánchez Lozada. Súbitamente se produce el desenlace esperado. El sátrapa fascista Goni huye vergonzosamente a su refugio en Santa Cruz y finalmente hacia su “patria” Estados Unidos, seguro asilo de todo dictador fascista del mundo derrocado por su pueblo. Por primera vez se ha revocado claramente el mandato de un gobernante burgués elegido “democráticamente”.

Había terminado la batalla de El Alto y el triunfo correspondió, sin duda alguna, a ese generoso y valeroso pueblo alteño y aimara.

Caracterizamos pues las heroicas jornadas de octubre-2003 como el acto democrático más importante de la historia boliviana por la participación activa y militante de la Bolivia profunda, de la Bolivia indígena, de la Bolivia auténtica.


Son pues aquellas gloriosos jornadas revolucionarias del octubre rojo, las que han determinado la iniciación del gran proceso de cambio que vivimos y que después fuera ratificado por procesos electorales del MAS y la hegemonía del compañero Evo Morales. No fue un proceso idílico, ni mucho menos una concesión de las fuerzas tradicionales las que abrieron esta brecha histórica que estamos obligados a ensancharla hasta sus últimas consecuencias.

En este 17 de octubre de 2008, cinco años después, podemos comprobar que el sacrificio de los pueblos de Bolivia no fue en vano y que el compromiso histórico de profundizar el proceso es una necesidad imperiosa en la lucha por la Liberación Nacional y el Socialismo a través del Estado Multinacional de Nueva Democracia.

¡¡Gloria a los caídos del octubre rojo!!
¡¡El Fascismo asesino, no pasara!!


Comisión Política del
PC mlm.

Jorge, Luís Alberto, Jesús, Soraya, Sergio, Griseldo y Carlos.

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