lunes, 18 de julio de 2011

GOLPE MILITAR NARCOTRAFICANTE

17-07-11

Plataforma 3

PLATAFORMA DE LUCHADORES SOCIALES CONTRA LA IMPUNIDAD, LA JUSTICIA SOCIAL Y LA MEMORIA HISTORICA DEL PUEBLO BOLIVIANO


A 31 AÑOS DEL

GOLPE MILITAR NARCOTRAFICANTE

Jueves 17 de julio de 1980.

Ha comenzado la sublevación militar en Trinidad, capital del departamento del Beni, con la proclama del jefe local de la guarnición Francisco Monroy, quién desconoce la autoridad del gobierno constitucional interino de Lidia Gueiler Tejada. Grupos paramilitares que se desplazan en ambulancias para engañar y paralogizar a la opinión pública, atacan violentamente la sede de la Central Obrera Boliviana y el Palacio de Gobierno donde se lleva a cabo una reunión del gabinete de la Presidente Gueiler.

El asalto relámpago a la COB tiene resultados sangrientos y a falta de una información oficial, se esparcen toda clase de rumores que tienen como base los testimonios de la gente común que ha podido observar desde las cercanías el despliegue de los paramilitares, su ocupación del edificio y finalmente la captura de un número indeterminado de dirigentes políticos y sindicales que celebraban una reunión de emergencia en el local. Se dice que han sido asesinados Juan Lechín, Marcelo Quiroga Santa Cruz y otros dirigentes cuando trataban de defenderse o simplemente eludir el apresamiento.

Otro grupo paramilitar ataca el Palacio de Gobierno y lo ocupa sin resistencia deteniendo a algunos ministros. Lidia Gueiler tiene la oportunidad de escapar y asilarse en la Nunciatura Apostólica.

Los rumores generales hacen saber que una enorme cantidad de presos están siendo trasladados al gran Cuartel de Miraflores donde oficiales extranjeros toman a su cargo el tratamiento de los prisioneros como en una verdadera guerra internacional. Jefes militares argentinos, sin ocultar su identidad, imparten órdenes que son ejecutadas inmediatamente por los grupos irregulares que han tomado para sí las tareas de fuerzas de choque, en tanto que el ejército no hace otra cosa que respaldar esas acciones.

El ambiente general es de confusión, desesperación e incertidumbre porque las radioemisoras, en su totalidad, han sido ocupadas o destruidas. Radio "Fides", por ejemplo, ha sido asaltada de la manera más brutal. Sus empleados han sido sacados a golpes de sus instalaciones y llevados con rumbo desconocido. Reina un completo silencio en la mayor parte de la ciudad de La Paz y nadie se anima a salir a las calles que son patrulladas por fuerzas militares mientras los grupos paramilitares siembran el terror invadiendo edificios o simples viviendas particulares.

Nadie puede saber qué es lo que ocurre en la tarde de ese fatídico 17 de julio. Una cosa parece evidente: la toma de la sede de la Central Obrera Boliviana ha descabezado una posible resistencia popular al golpe. Es imposible coordinar las actividades tendientes a implementar acciones de protesta. Se hace evidente que la “efectividad” militar y paramilitar tiene origen extranjero porque ha sido planificada de antemano teniendo en cuenta las experiencias pasadas, en primer lugar el fracaso del golpe de “Todos los Santos”. Ahora no se permite que las radioemisoras emitan sus propios comunicados, ahora se ha descabezado de un solo golpe a la COB y se ha cortado todos sus vínculos con los diferentes sindicatos del país.

El viernes 18 de julio, se verifica la toma de posesión del mando por parte de los golpistas. Es una grotesca ceremonia cuartelera, es una sombría confabulación de sargentos. Rodeado de una oscura soldadesca y unos pocos civiles sin rostro, el soldado desleal y cobarde de apellido García Meza se hace de la Presidencia de la República en la más triste transmisión del mando de toda la historia de Bolivia.

El balbuceo castrense es ridículo y triste, tan decepcionante que Alcides Arguedas y sus páginas más duras, quedan cortos para caracterizar los lamentables instantes de esta etapa de "nuestra" historia.

Las banderas de "salvación nacional" que levantan los sargentos no alcanzan a movilizar sino a una pequeña lumpenburguesía que siempre ha estado en las puertas de los cuarteles esperando cualquier golpe para salir a la luz, pues vive en sombra eterna. El gabinete del nuevo mandón está encabezado por un tenebroso matón que ya conocimos en el capítulo del progresismo militar: el Cnl. Luis Arce Gómez. El resto de los ministros es un anonimato que hiere la conciencia de la Patria. ¡Nadie los conoce!

Nunca antes la reacción llegó a la sima más escabrosa de la infamia y la vileza. La instalación del nuevo gobierno es, en resumen un innoble motín de cabos, de sargentos con uniformes nuevos de fabricación extranjera como sus actos, pero ya desteñidos por la vergüenza. La transmisión televisada proviene del Gran Cuartel de Miraflores donde han sido trasladados los equipos para mayor seguridad. La técnica es primitiva, una oscuridad aterradora y unas sombras pronunciadas alargan sus formas otorgando un marco macabro a tan amarga ceremonia.

Después viene la cadena radial. Si primero se hirió la vista de los ciudadanos con una televisión desesperante, ahora se trata de malograr los oídos. La mentira más despreciable, el castellano de cuadra, la voz aguardentosa y destemplada, quieren convencer a la población de que son sus "salvadores". Ante tamaña ignominia solamente resta el silencio, un silencio nacional que dura varios días.

Sin embargo, aguzando un poco el oído, sintonizando un poco los aparatos de radio, la población paceña tiene la posibilidad de escuchar voces diferentes. Son las radioemisoras mineras que, haciendo grandes esfuerzos, alcanzan las ciudades con la verdad límpida de los trabajadores. El valor, la nobleza y el sacrificio del pueblo contrasta tanto con la deformidad del militarismo que sólo la comparación es ya un insulto. Las radios de Huanuni, Colquiri, Catavi y otros distritos informan que los mineros están prestos a defender sus centros contra la ofensiva militar que ya se ha lanzado para aplastarlos. Se describen dramáticamente hechos que después serían conocidos con detalle, ahora las transmisiones son de combate, de desafío, de desprecio y odio profundo al opresor y su vileza. Los comunicados de los mineros anuncian que la huelga es general y que no volverán al trabajo mientras García Meza no deje el poder. Se denuncia al fascismo, al militarismo, a la reacción y al mismo tiempo se dan instrucciones a los mineros y a la población para defender los accesos a los centros mineros atacados por las tropas regulares del ejército.

La comunicación entre los usurpadores y el pueblo se limita, como tenemos dicho, a las transmisiones televisadas y a la cadena radial. Uno a uno desfilan en la pantalla televisiva los turiferarios que quieren ganar el favor de los asaltantes del poder. Algunos ensayan ridículas explicaciones, otros elaboran trabajosas justificaciones, pero todos consiguen solamente el desprecio profundo de todas las capas de la población.

Se rumorean grandes enfrentamientos en las minas. Se dice que Huanuni resiste y que en Caracoles se ha masacrado a toda la población civil. Sin embargo todo es difuso, todo es oscuro. BOLIVIA ha retrocedido unos cien años y su propia existencia se encuentra en peligro.

El primer documento-denuncia que conoce la ciudadanía el domingo 20 es una exhortación de Mons. Jorge Manrique, cuyas partes salientes expresan:

« La Iglesia de Bolivia contempla con dolor y honda preocupación los acontecimientos políticos que están sucediendo en el país.

Han sido detenidos e incomunicados muchos ciudadanos, cuyo número no ha podido ser establecido todavía. Varios religiosos y sacerdotes, también en número no confirmado, han sido detenidos y se ignora el paradero de alguno de ellos.

Las emisoras de la Iglesia, Radio Fides y Radio San Gabriel han sido asaltadas y brutalmente destruidos los equipos e instalaciones de Fides; directivos y periodistas de ésta han sido detenidos.

Tengo el deber de condenar 1os atropellos que se cometen y el propósito de acallar la voz de un pueblo como el boliviano, sencillo y patriota, que demanda justicia y bienestar social.

Jorge Manrique (1).

Tiene mucho valor el documento de la Iglesia lanzado en los momentos más álgidos del golpe militar número 190.

La Paz el domingo 20, es una ciudad fantasma. Son las tres de la tarde y las calles están desiertas. Aislados y tímidos peatones circulan presurosos para cumplir rápidamente necesidades domésticas como compras de alimentos y otras. Se dice que ha comenzado la huelga general y el bloqueo campesino de todos los caminos. Se avecina una lucha desigual, un combate en condiciones muy desfavorables puesto que la dirección sindical y política que imparte la COB, ha sido destruida de un solo golpe. La única fuente de información sigue siendo la "cadena" oficial de radio que controlan los golpistas. Se conoce oficialmente la muerte "en combate" de Marcelo Quiroga Santa Cruz, se dice que las listas de detenidos están siendo procesadas por el Ministerio del Interior y se promete poner en libertad a aquellos que "no tengan culpas".

Otra vez el razonamiento fascista: primero se arresta, después se tortura y finalmente se indaga si el detenido es o no culpable. Ya Bánzer, el tirano y después “demócrata”, utilizó este cínico expediente en sus represiones sistemáticas contra el pueblo. García Meza y su equipo heredan la costumbre perfeccionándola con el Toque de Queda.

Efectivamente, el 21 de julio se anuncia la vigencia del Toque de Queda. Ninguna persona puede salir de sus domicilios a las calles a partir de las 21 horas. Se previene que los contraventores a esta disposición serán baleados sin previo aviso o en el mejor de los casos, encarcelados si la suerte les acompaña y son sorprendidos por una patrulla no muy nerviosa. Desde las ventanas de los edificios altos de la ciudad se pueden observar las plazas, las avenidas y algunas calles, por ellas patrullan efectivos militares en formación de combate. Se espera sorprender inocentes peatones que no tienen reloj o que se han visto obligados a salir después de las 9 de la noche. Los soldados agazapados esperan a sus víctimas. Súbitamente corren en determinada dirección y se oyen disparos, un transeúnte ha sido herido mortalmente por el delito de caminar por las calles de su ciudad. ¡Qué leyes exóticas las que rigen implacablemente en este régimen “nacionalista” y de “reconstrucción nacional”!

Todas las noches, en medio del brutal toque de queda, se escuchan tiroteos sobre todo en las zonas marginales y los barrios populares de La Paz. No puede establecerse con seguridad si se trata de enfrentamientos con grupos de resistentes o simples asesinatos a mansalva de desprevenidos transeúntes.

Se sabe, por los rumores que corren, que miles de prisioneros se encuentran recluidos en el Estadio Olímpico. Se trata de los contraventores al toque de queda. Todos los cuarteles, la Universidad, la sede de la COB y otros edificios públicos son empleados también como cárceles en vista de la enorme cantidad de detenidos. Se dice que el castigo consiste en hacerles pasar la noche en las peores condiciones, someterlos a un interrogatorio, propinarles una fuerte golpiza y después ponerlos en libertad. Es tan grande el odio indiscriminado al pueblo que ni siquiera se establece con exactitud la identidad de los detenidos, ni su filiación política si la tienen, en muchos casos, algunos partidarios acérrimos de la dictadura han sufrido la violencia represiva del régimen que se manifiesta completamente ciega.

Miércoles 23. La resistencia popular parece quebrada y la actividad cotidiana tiende a normalizarse ante el temor y el desconcierto del pueblo. La falta de dirección de la Central Obrera Boliviana, se deja sentir muy grandemente y la desorientación adquiere caracteres de catástrofe. Parece que la única resistencia efectiva se ha concentrado en las minas. Los bloqueos de caminos no han podido ser implementados por la falta de coordinación entre los sindicatos agrarios. El corte de toda comunicación ha rendido sus frutos. El repliegue es total, la derrota parece ser muy profunda.

El jueves 24, aparece en la prensa una entrevista concedida a una publicación chilena por el Gral. García Meza. El dictador asegura que su "democracia inédita" durará 20 años, añadiendo que todos los militares son amigos porque tienen la misma formación y en ese sentido lo siente como un amigo al Presidente chileno Augusto Pinochet con el cual le gustaría charlar alguna vez.

Se insiste en los medios clandestinos que la Junta Militar Argentina ha jugado un papel preponderante en la consumación del golpe No. 190 en Bolivia. Algunos presos que han sido puestos en libertad, manifiestan que en los lugares de reclusión están actuando oficiales argentinos que ni siquiera se preocupan de ocultar su acento en momentos de impartir órdenes a los soldados bolivianos. La sospecha tiende a tomar cuerpo cuando se tiene en cuenta que pocas veces el militarismo boliviano ha sido tan efectivo en el aplastamiento de la resistencia popular. El golpe a la COB tiene marca extranjera, la utilización cínica de ambulancias también. Los movimientos coordinados de fuerzas militares y para-militares expresan sentimientos y criterios de fuerzas que no son nacionales aunque las cumplan elementos que nacieron en suelo boliviano.

A fines del trágico mes de julio, se hace evidente que los trabajadores mineros han acordado volver a sus labores. Claramente descabezados, los distintos sectores obreros tratan de ganar tiempo para reestructurar sus cuadros deshechos. Los mineros tienen razón: no se puede enfrentar al militarismo super-armado en estas condiciones de desorganización. Uno a uno los sindicatos mineros firman acuerdos con las autoridades militares tratando de salvar por lo menos la vida de sus dirigentes. La guerra declarada contra el pueblo ha tenido esta vez un vencedor indiscutible: Las Fuerzas Armadas de la Seguridad Nacional.

A continuación presentamos una serie de testimonios concretos relativos a los movimientos y las actividades de los grupos golpistas desde el 17 de julio.

" RELACION DE UN TESTIGO PRESENCIAL DEL ASALTO ARMADO A LA COB

A las 9.10 del día 17 de julio se recibió la noticia del alzamiento militar en Trinidad…Al llegar a la sede de la COB a las 10.30, nos encontramos con los miembros de CONADE, muchos periodistas y personas observadoras; unas 50 personas en total. Entramos en la oficina de Lechín puntualmente. Se empezó inmediatamente a discutir el contenido del documento que habría de redactarse. Antes de comenzar la reunión entraron varios periodistas y un camarógrafo de la TV para filmar la lectura del documento por Simón Reyes. Al llegar a la mitad de la lectura del mismo, a las 11.40 escuchamos tiros de armas automáticas dirigidos contra el edificio de la COB. No sabíamos que pensar, creíamos que fue un jeep que había tirado al pasar para asustar a los asistentes, pero enseguida se largó una ráfaga fuerte que alcanzó a la sala donde estaban reunidos los miembros de CONADE y también a la antesala donde esperaba otra gente. Todos se echaron al suelo entre mucho vidrio roto y las lámparas humeantes del equipo de TV. Pasaron unos segundos más, hasta que más ráfagas y tiros sueltos convencieron a todos que se estaba produciendo un asalto a la COB. La gente empezó a arrastrarse por el suelo, algunos tratando de encontrar un lugar para esconderse, otros buscando la manera de escapar. El grupo en que estaba Marcelo (y yo) buscaba una salida por el patio de atrás, llegó a un cuarto que daba este patio, pero se veía que los paramilitares habían rodeado el edificio, por lo menos había un paramilitar atrás y tal vez más... Empezó una baleadura al cuarto donde estaba el grupo, la mayor parte del cual pasó al cuarto del lado que no tenía ventana y era más seguro. En este grupo había en total unas quince personas más o menos.

Unas 10 o 12 personas estaban sentadas en el cuartito sin ventanas y unas 4 o 5 en el cuarto grande. Los de adentro consultaron entre sí rápidamente y se concluyó que había que rendirse antes que los tiros los alcancen. Germán Crespo empezó a gritar: “Nos rendimos, estamos sin armas, nos damos, somos de la Iglesia”. A lo que la respuesta fue otra ráfaga con unos tiros sueltos más. Germán volvió a repetir lo mismo. Un paramilitar gritó. “Bien. Entendido. Salgan de allí”. Nadie se movió, todos pensaban que los iban a ametrallar al salir. Germán gritó otra vez: “Somos de la Iglesia, estamos sin armas”. El paramilitar: “ Por eso, salgan de allí con las manos en la nuca”. Nadie se movió, forzando a los paramilitares a entrar en el cuarto con mucha desconfianza y cautela, como esperando una trampa. Entraron unos 6 ó 7 uno por uno, cada uno saltando rápidamente por la puerta, siguiendo por adentro con la espalda contra la pared hasta que todos estaban adentro, era la primera vez que podíamos verlos, todos estaban con el rostro descubierto, vestidos de civil de distintas maneras, eran bolivianos de aspecto, morenos y hablaban sin acento. Todos portaban el mismo tipo de arma automática (rifle de cañón mediano con clip). Nos empezaron a sacar del cuarto, a algunos a empujones para apurarnos, diciendo +rápido, más rápido”. “No me acuerdo quién salió primero, ni del orden de salida, buscando la manera de escapar me fui atrasando. Pero no hubo caso, y tuve que salir el tercero o cuarto. Nos llevaron hasta la escalera y empezamos a descender”. “Habían unos 3 o 4 paramilitares en el pasillo entre el cuarto y las escaleras. Yo me demoraba en bajar, otros bajaban rápido. Nos dijeron que bajáramos en fila india, por eso me sorprendió cuando me pasó Marcelo, caminando casi corriendo. El había pasado delante de los 6 paramilitares del cuarto y los 3 del pasillo sin que ellos lo reconocieran. Los paramilitares estaban disparando continuamente no se sabía si estaban matando a otros en el edificio o si lo hacían para apurarnos. A la altura del primer paso, habían dos paramilitares más uno de ellos, un petizo, reconoció a Marcelo cuando éste le estaba pasando, lo jaló por el saco gritando: +Aquí está Quiroga+. Marcelo trató de desprenderse, diciendo: +Estoy sin armas, quiero bajar con los otros+. El paramilitar dijo: +Cabrón, cojudo te vas a quedar con nosotros+. Pero Marcelo, con las manos siempre en la nuca, hizo un esfuerzo y desprendió del paramilitar y empezó a bajar la escalera entre el primer piso y la vuelta de la escalera a la calle. El petizo se puso furioso (yo había dejado de bajar, y estaba mirando todo, inmóvil) y gritó: +Si no te paras disparo+. Marcelo inmediatamente se paró, dio la vuelta para dar cara y no la espalda a los paramilitares, todavía con las manos en la nuca. En ese instante, uno de los paramilitares disparó a Quiroga de una distancia de unos 3 a 4 metros, y Marcelo cayó fuertemente de espaldas, evidentemente alcanzado por la bala. Cayó herido, del lado izquierdo, quedándose en el quinto peldaño. Otra vez los paramilitares nos apuraron a bajar, y al pasar a Marcelo miré para ver si podía detectar el lugar de su herida, que debido a su manera de caer, me pareció que tenía que ser en el pecho izquierdo, pero tuve que pasar casi corriendo, no lo noté.

Al salir a la calle, vi que los paramilitares habían cortado el paso de peatones en la vereda y que desde la COB hasta la Plaza del Estudiante despejaron la calle, una distancia de 40 a 50 metros. Nos hicieron dar la vuelta a la derecha y empezamos a caminar por la vereda hacia abajo donde estaban estacionadas unas 3 ambulancias blancas a unos 40 metros de la COB. Pasamos a unos 2 o 3 paramilitares que estaban alineados en la vereda. Uno de ellos se acercó a la primera ambulancia, abrió la puerta y grito “adentro”. Germán Crespo era el primero de la fila y estaba a unos 5 metros de la ambulancia cuando los paramilitares se pusieron nerviosos porque muchos peatones de la vereda del frente empezaron a cruzar la calle y acercarse a nosotros para ver mejor lo que pasaba. Alguien gritó +somos de CONADE+ y los paramilitares empezaron a disparar al aire para dispersarlos descuidando la fila por un momento. En ese mismo instante algunos presos estaban pasando el edificio Avenida, que tenía su entrada cerrada por una cortina de hierro, pero una puerta pequeña que no estaba cerrada del todo; aprovechando la distracción momentánea de los paramilitares, 4 de nosotros logramos meternos por la puerta pudiendo escapar...» (2)

Otro testimonio complementa al anterior sobre los mismos sucesos:

«A Juan Lechín le pidieron, cortésmente, separarse del grupo. Comenzamos a salir en fila para bajar las escaleras hacia la calle. Yo comenzaba a bajar las gradas y el c. Marcelo estaba ya en el descanso donde fue reconocido por un paramilitar que lo increpó soezmente. Entre Marcelo y yo habían aproximadamente unas siete personas; en ese momento, los que iban delante mío se apresuraron de modo que quedé inmediatamente detrás del él, que sin pronunciar palabra, continuó bajando. Otro paramilitar que estaba en el descenso del piso de la Federación de Mineros sujetó al compañero Marcelo con la mano izquierda por el hombro tratando de detenerlo y separarlo de la fila, diciéndole con insultos: “Usted se viene a un lado”. En ese momento yo me encontraba a medio metro de distancia de Marcelo. El hizo un movimiento para desprenderse del paramilitar, siempre con las manos en la nuca, y continuó bajando; entonces el paramilitar, manejando la metralleta con una sola mano y mirando hacia un lado, disparó un primer tiro al pecho de Marcelo. El disparo penetró debajo de la tetilla izquierda. Yo pude ver la entrada del proyectil y la mancha de sangre que humedeció la camisa. Marcelo Quiroga Santa Cruz comenzó a caer, cuando se inclinaba, el mismo paramilitar volvió a disparar una ráfaga que le cruzó el pecho. Esos mismos tiros alcanzaron al c. Carlos Flores, en la cabeza, pues se encontraba unos peldaños más abajo. Marcelo se deslizó por las escaleras con los brazos extendidos hacia adelante y quedó cubriendo el cuerpo de Carlos Flores. Yo quedé paralizado mirando fijamente al paramilitar; por eso su rostro no se me borrará nunca de la memoria....

Las ambulancias tomaron una calle que pasa por el Mercado Camacho hacia el Estado Mayor del Ejército; en el trayecto uno de los paramilitares le dijo al chofer no se fije en nada, ni en los semáforos ni en la seguridad, que atropelle y siga adelante avanzando rápidamente.....

En el Estado Mayor del Ejército, Luís Arce Gómez nos esperaba a la entrada. Comenzaron a golpearnos violentamente durante una hora aproximadamente; al c. Simón Reyes lo dejaron muy mal herido. Nos llevaron a las caballerizas; siempre con las manos en la nuca, permanecimos en esa posición entre 15 y 17 horas, siendo objeto de brutales golpes e insultos por paramilitares bolivianos y argentinos. Nos despojaron de los zapatos y alguna ropa, de relojes, anillos, dinero y documentación personal. Estuvimos todo ese tiempo echados de cara sobre el estiércol mientras los torturadores caminaban sobre nuestras espaldas...» (3).

Un tercer testimonio del asalto a la COB, añade lo siguiente en torno al asesinato del trabajador minero:

«A Gualberto (Gualberto Vega) lo mataron en otro sitio de la misma COB, como se ve en la fotografía que llegó a publicar Ultima Hora en la tarde de ese mismo día...»(4).

Los asaltantes como se puede apreciar, actuaron con los rostros descubiertos, por ello presumimos que se trataba de reclutas u oficiales bolivianos y argentinos, difícilmente reconocibles por la gente de la COB y CONADE. No cabe duda alguna que recibieron órdenes directas del Cnl. Luis Arce Gómez, el tenebroso matón y delincuente común, criado por el militarismo desde los tiempos de Ovando para cumplir los peores mandados de las clases dominantes para someter al pueblo. La operación fue cuidadosamente planificada teniéndose en cuenta que los dirigentes políticos y sindicales acostumbraban reunirse tan pronto como se conocían noticias respecto a un golpe militar. La costumbre no fue abandonada y como llamados por un pito acudieron todos a la sede de la COB a "deliberar" y sacar comunicados tardíos, en tanto que los conspiradores, bien asesorados e inteligentemente aconsejados, descargaron un golpe mortal capturando la COB y sus dirigentes.

Nosotros, repetimos, creemos que éste es un problema de principio. O se aprende o se deja el cuero. La lucha contra el militarismo, como mandatario de los intereses de las clases dominantes, no es un enfrentamiento cualquiera entre fracciones políticas, es una batalla a muerte entre dos bandos que, lamentablemente, no es comprendida por los dirigentes de la llamada izquierda. El pueblo, por su parte, entiende perfectamente el contenido mismo de la contienda y procura por todos los medios acceder al dominio de la técnica y la ciencia de la guerra y cada nueva derrota ante el militarismo no hace sino fortalecer su convencimiento.

Sabemos que después del asalto a la COB o simultáneamente, otro grupo paramilitar atacaba el Palacio Quemado. He aquí una versión detallada:

«LOS PARAMILITARES LLEGAN AL PALACIO QUEMADO

El día jueves 17 de julio las radios propalaron, alrededor de las 9 am., que el ejército se había levantado en la ciudad de Trinidad. Era el detonante del golpe planificado por los servicios de inteligencia argentinos que sugirieron que el movimiento se iniciara en el interior a fin de que en La Paz, se reuniera como en anteriores oportunidades, el Comité de Defensa de la Democracia y la Central Obrera. De esta manera se podía asesinar o detener a varios de los principales dirigentes políticos y sindicales, como en efecto ocurrió.....

(Es realmente una vergüenza para la izquierda revolucionaria haber sido engañada en esta forma).

A las diez y treinta, se hallaban los ministros reunidos en sesión de gabinete en el Palacio Quemado, con la notoria ausencia del “Almirante” Walter Nuñez, Ministro de Defensa, y de Antonio Arnez, militar en retiro, Ministro del Interior. Ambos, naturalmente, ya se habían +dado la vuelta+ en los meses previos con lo que la inermidad del régimen era absoluta.

De pronto, en el hall principal, apareció un grupo de +paramilitares+ armados de modernas metralletas israelitas adquiridas recientemente por el ejército. Al mando, iba Fernando Monrroy, conocido en todo el país como “Mosca” Monroy, pandillero, jefe de un autodenominado “Escuadrón de la Muerte+ que ha actuado en varias oportunidades en asesinatos o tráfico de drogas.. La hazaña no era difícil, pues el coronel Rodolfo Cueto, Jefe de la Casa Militar de la Presidenta Gueiler, les franqueó el paso por una puerta lateral que da a la calle Ayacucho. Los soldados de la guardia tenían la orden de no interferir la acción de los civiles armados. Uno de los ministros que se había asomado al oir voces y gritos volvió a la sala de sesiones:

- Han llegado los paras, anunció demudado.

La Presidenta se hallaba ya en su despacho tratando de hablar con el general Reyes Villa, Comandante en Jefe del Ejército (ignorando que éste también era parte de la conspiración y aparecería pocas horas después como Ministro de Defensa del nuevo régimen). La confusión era mayúscula. Los paramilitares subieron el segundo piso pero en lugar de continuar a la sala de edecanes y a la sala de sesiones del gabinete, se dirigieron derechamente en las oficinas de la Casa Militar, donde convinieron el modus operandi con el coronel Cueto.

En ese momento, abandonaron la sala de sesiones, un grupo de 10 ministros mientras unos pocos quedaban dentro con la Presidenta sin saber, unos ni otros, qué camino tomar......

" La Presidenta Gueiler, el Canciller Gastón Aráoz y los ministros Romero, Carrasco y Ponce abandonaron la sala de sesiones dirigiéndose por un corredor al tercer piso. Conducía el grupo el Ministro Secretario Romero. Salieron eventualmente a una terraza que sirve de lavandería. Al cabo de una hora, acordaron buscar alguna salida, cruzando los techos, hasta llegar a la Catedral contigua o retornando a la parte baja del edificio.

Después del tumulto creado por los paramilitares, el edificio se hallaba en silencio. Los ministros encontraron al Jefe de la Casa Militar, algunos edecanes y funcionarios, almorzando tranquilamente en el comedor de servicio. El Coronel Cueto les avisó que los demás ministros habían sido llevados a charlar con el General García Meza y les aconsejó (sic) que se recogieran a sus domicilios, facilitándoles una movilidad.....

La Presidenta abandonó el Palacio acompañada por el Comandante del Regimiento +Colorados+ y otros oficiales que tenían la orden expresa de conducirla a la residencia presidencial, en el barrio de San Jorge. Allí, acompañada por el Canciller Aráoz, quedó detenida hasta nuevo aviso.

Los últimos acontecimientos, sumados a la tremenda presión psicológica que soportó la Presidente, en los meses previos al golpe, habían afectado sus defensas. La prisión de sus ministros también la desesperaba, así como la absoluta impunidad con la que actuaban las bandas de paramilitares en la ciudad, en las ambulancias que su gobierno había traído para los enfermos del seguro social.....

Acudieron a la residencia el general Armando Reyes Villa y Bernal. Los dos oficiales entregaron a la Presidenta una carta para que la firmara, renunciando a su mandato y en la que se decía que habíase producido un gran fraude en las elecciones, que la anarquía sindical era incontenible y que el comunismo se había infiltrado en la administración pública. La Presidenta se negó a firmar pero las amenazas sobre la seguridad de sus ministros y de ella misma arreciaban. Se llegó finalmente a un compromiso de una nueva redacción en la que los militares impusieron la frase de que renunciaba en manos de las Fuerzas Armadas. La Presidente pidió la presencia del Nuncio del Papa y en el momento de la firma, aparecieron camarógrafos de la TV y el periodista Donald Zavala, miembro de una conocida familia de chantajistas de la prensa.

La escena quedó filmada, pero era tan lamentable el aspecto de la Presidenta, que la cinta nunca fue transmitida a los televidentes.

Al día siguiente y siempre acompañada por el Nuncio, la Presidenta Gueiler que había permanecido detenida en la residencia, pudo finalmente asilarse en la Nunciatura..» (5)

El desamparo de los gobiernos civiles frente al militarismo agresivo, está pintando en todo su dramatismo en el anterior relato. Los asaltantes del Palacio ni siquiera se molestaron en hacer un reconocimiento de todas las dependencias del edificio para encontrar a los atemorizados ministros y a la Presidenta, les bastó sembrar el pánico y llevarse a los que estaban más a mano. El jefe de la "Casa Militar", encargado por ley de la custodia del presidente, recibió amablemente a los asaltantes planificando con ellos las acciones. El nombre del Coronel Rodolfo Cueto debe quedar grabado como el prototipo de la traición vil a sus propias responsabilidades.

A continuación veremos qué paso con los cientos de prisioneros que llegaban a las instalaciones del Gran Cuartel de Miraflores con motivo del golpe, en la versión de sacerdotes que sufrieron personalmente la represión:

" TESTIMONIO DEL P. JUAN ENVIZ AVILES.

" El jueves 17 de julio de 1980 a la una y media del mediodía, estando a una cuadra del Colegio San Calixto, me encontré con el Padre Javier Cerdá que con cierto nerviosismo me dijo que le acompañara al Arzobispado. Por el camino me contó que en aquellos momentos los paramilitares violentamente irrumpieron en el Colegio San Calixto, y después de destrozar los aparatos de Radio Fides secuestraron a los hermanos jesuitas José Marcos, Salvador Sanchíz y Claudio Pou.

Lamentablemente no encontramos al Sr. Arzobispo. Acompañado por el P. Jorge Trías nos dirigimos al DIN. Nos dijeron que los detenidos se encontraban en el Ministerio del Interior. En ese ministerio nos aseguraron que los habían llevado al Cuartel General de Miraflores.

Varias personas me han dicho que cómo se me ocurrió averiguar sobre mis compañeros al Gran Cuartel, expresando de este modo que fue un acto no muy prudente.

Cuando pregunté sobre mis compañeros detenidos me negaron rotundamente que hubiera ningún detenido. Sin embargo, cuando dije que antes había estado en el DIN y el Ministerio del Interior, me hicieron pasar dentro donde esperé un rato en el pórtico rodeado de veteranos soldados armados con metralletas.

Cuando llevaba unos quince minutos esperando, un civil, armado con un fusil automático, me llamaba burlonamente desde unos quince a veinte metros de distancia. Con fuertes y constantes insultos me dijo que estaba detenido y que me preparase porque me iban a sacar todo lo que sabía. Recorriendo el largo patio de unos cien metros, era yo el escarnio y burla de todos los militares que me cruzaban en el camino, la causa de tantas burlas y amenazas era por ser sacerdote de Derechos Humanos.

Lo que más me impresionó durante ese recorrido fue cuando llegamos a un gran patio, reservado a la Sección Segunda del Ejército (Servicio de Inteligencia). Estaba llena de civiles fuertemente armados. Las burlas y todo tipo de amenazas se fueron incrementando y empecé a sentir una rara sensación de miedo y desconcierto ante todo lo que ocurría. No entendía cómo los militares podían legitimar aquel caos y a todos aquellos mercenarios, situado en el corazón mismo del Gran Cuartel General.

Me hicieron pasar a la planta baja de un edificio de dos pisos. El espectáculo era impresionante: unos treinta hombres, de todas las edades, se encontraban de pie, con la cara en la pared y las manos cruzadas sobre la nuca. No podía identificar a nadie porque no me permitieron mirar. En el piso habían manchas de sangre. De repente me encontré de frente a un joven de 20 años, llorando y con el rostro hecho una lágrima por los golpes. Al verme, su mirada suplicante se clavó en mis ojos. Los hombres, con cara de torturadores, lo llevaban fuertemente agarrado por los brazos. Me ordenaron bajar la cabeza.

Me hicieron entrar a una oficina donde los civiles me formulaban insistentes preguntas sobre la Asamblea de Derechos Humanos. Todas las preguntas iban acompañadas de afirmaciones calumniosas contra Derechos Humanos, de su labor y de las ideas que la conformaban. A todas mis respuestas me salían con un: +no mientas, cura comunista+ y con una sarta de insultos que no se pueden escribir. Después de media hora de interrogatorio, llegaron cuatro civiles con cara de verdugos caminando a otro pabellón para un segundo interrogatorio (tenía) una sensación de total impotencia, sin ningún derecho a reclamar y a exigir nada. En silencio recorrí otro gran patio, y de pronto me encontré ante una puerta abierta de un pequeño galpón sucio. En la puerta había tres hombres enmascarados que brutalmente me ordenaron entrar. Me encontraba en la +caballeriza+. En cada uno de los apartamentos para los caballos estaban hacinadas las víctimas como si estuvieran muertas. Todos tumbados sobre el estiércol, boca abajo, con el cuerpo estirado y las manos cruzadas sobre la nuca. Se les obligaba así a tener la boca sumergida en el estiércol. En el primer apartamento estaban las mujeres y en los restantes, hombres de todas las edades. Aunque me exigieron no mirar yo buscaba identificar a mis compañeros. Me pareció verlos pero no pude fijarme mucho porque me amenazaban para que no mirase. Me quedé con la duda de si estaban allí.

Me ordenaron detenerme, sacarme los zapatos y las gafas para echarme, igual que los demás, sobre el estiércol, solo que a mí, por no haber lugar en el montón grande me colocaron en la parte baja, donde había menos estiércol, casi en contacto directo el con piso frío de cemento. Durante 16 horas tuve que estar en esa posición, sin moverme en lo más mínimo si no quería recibir patadas o culatazos de los guardianes.

Una de las torturas, en esas horas, era la psicológica, constantemente ordenaban mantener las manos en la nuca y no moverse nada. De vez en cuando pasaba uno que parecía ser un oficial, increpándonos a que fuéramos obedientes a los avisos que continuamente nos daban. Al mismo tiempo ordenaban maltratarnos y aún matamos si no obedecíamos.

A medida que pasaban las horas, el dolor en los brazos, la espalda y la nuca apenas se podía aguantar y, casi sin poder evitarlo nos movíamos para recibir de inmediato un duro puntapié. Me sentí afortunado, comparado con los otros compañeros de tortura, sobre los cuales se paseaban los paramilitares hundiéndoles los tacos de sus botas en las espaldas. Cuando el dolor agudo les hacía quejarse eran golpeados más fuertemente. Otras veces les orinaban sobre sus cuerpos magullados, en medio de burlas y risotadas. Al anochecer, uno de los torturados pidió permiso para ir a orinar. La respuesta fue una sarta de insultos y la orden de orinarse en el pantalón. Muchos lo hicieron así. Los orines del grupo que estaba junto a mi, por estar un poco más elevado el lugar, fueron descendiendo hasta forman un charco precisamente en el lugar donde yo me encontraba. Pronto sentí que me encontraba totalmente empapado, hasta mi misma boca..

Alrededor de la una de la madrugada la voz déspota, amenazante y con todo tipo de insultos de un argentino, que resultó tener el grado de mayor, dijo que esa noche nos iban a matar a todos. Para ello iba a formar tres grupos y a medida que escogía al primer grupo, golpeaba fuertemente a uno de ellos, un viejo sindicalista que pedía al verdugo que lo matara allí mismo, en ese momento pero no lo golpeara más. La respuesta fue que no le iba dar el gusto de matarlo rápidamente, que lo haría lentamente, a la vez que le introducía en el ano el cañón de la metralleta. Al mismo tiempo impartía órdenes para que ese primer grupo fuera muerto cuanto antes para no perder tiempo y poder terminar con los otros grupos antes del amanecer.

Por fin, a las 4 de la mañana nos dieron la orden de levantamos y que saliéramos agachados casi de cuclillas - con las manos en la nuca. Era una postura humillante que nos imposibilitaba de identificar al que teníamos a nuestro lado. Me pareció, por el color del pantalón, que tenía a mi lado al hermano jesuita José Marco. Después de recorrer unos cien metros a oscuras y tropezando varias veces, llegamos a unas ambulancias donde nos ordenaron echarnos en el coche estirados boca abajo. Era tal nuestra postura humillante que me obligaron a echarme sobre una de las 3 personas que estaban en el piso del coche, estaba sobre mi compañero jesuita y a lado el hermano José Marco y a ninguno de los dos identifiqué y de ningún modo podía intentarlo porque detrás de mí habían dos paramilitares con metralletas.

Los prisioneros serian trasladados al DOP y recluidos en celdas. Sigue el singular relato.

" El viernes primero de agosto se abre nuestra celda a media mañana y se nos da la orden de recoger rápidamente nuestras cosas.

Pensamos que, por fin, había llegado la ansiada libertad. Nos hicieron ir a todos a una sala de la Sección Segunda del Ejército, situada en la planta baja.

(Los prisioneros se encuentran de nuevo en el Cuartel de Miraflores).

Un coronel de la Naval nos condujo a un salón del primer piso. Lo que menos esperábamos, nos encontramos allí con el Nuncio, Mons. Mestre, acompañado por dos padres más. Con ellos se encontraban también el Director y Subdirector de toda aquella máquina del Servicio de Inteligencia Militar, los coroneles Rico Toro y Fernández.." (6).

Finalmente serian puestos en libertad los sacerdotes del grupo encabezado por el Padre Tumiri Javier, después de la odisea que les tocó vivir de acuerdo al relato transcrito de uno de ellos.

El tratamiento de los prisioneros ya no puede extrañarnos conociendo como conocemos toda la historia del militarismo. Sin embargo, tenemos que agregar, esta vez, el problema de la presencia de +asesores+ extranjeros en las tareas de aplastamiento del pueblo.

Efectivamente, se ha podido precisar la presencia de los siguientes oficiales argentinos, algunos de ellos miembros de la misión diplomática de ese país en Bolivia. El capitán Miguel Angel Benazzi, oficial de inteligencia y uno de los primeros torturadores de la Escuela de Mecánica de la Armada Argentina que ya se encontraba en Bolivia desde 1978. El capitán Antonio Pernia, alias “El Rata”, uno de los peores torturadores. El capitán Schelling, ex=jefe de inteligencia de la Escuela de Mecánica de la Armada. Alfredo Mario Mingolla, terrorista y provocador. Atilio Benito Moya, actuó en Santa Cruz. Martín González Bonorino, del grupo de Mingolla. Victor Mendíaz, coronel argentino, enlace argentino con Rico Toro. N. Perrota, capitán argentino, agregado naval en Santa Cruz. Oscar Sagra, mercenario argentino procedente de la triple A.N. Schelling, hermano del capitán y coronel del ejército argentino, profesor de la Escuela de Estado Mayor de Cochabamba y muchos otros que deben ser identificados por todos los medios.

La intervención argentina tuvo carácter oficial y por ello mismo debe ser diferenciada de la participación de otros elementos extranjeros que también actuaron en calidad de asesores o dirigentes de la represión. Ellos lo hicieron por cuenta propia, como en el caso de los alemanes y en general europeos, como lo veremos posteriormente.

Para terminar esta sección que hemos dedicado a los testimonios más elocuentes del vandalismo fascio-militarista de Bolivia con motivo del golpe número 190, transcribimos el singular e histórico documento de Caracoles. Cualquier comentario nuestro atenuaría el horror de lo sucedido en ese perdido centro minero de los andes bolivianos.

« LA MASACRE DE CARACOLES. Caracoles, 9 de agosto de 1980.

Señor Monseñor Jorge Manrique La Paz. Reverendo Monseñor:

Le hacemos llegar nuestros saludos en estos momentos de dolor y llanto. Hacemos conocer a su persona lo sucedido en este centro minero para que por su intermedio vengan a constatar los hechos de barbarie en esta, la “Cruz Roja Internacional” o alguna otra organización internacional de Derechos Humanos.

El regimiento MAX TOLEDO de Viacha, una fracción del regimiento TARAPACA y el regimiento CAMACHO de Oruro, atacaron CARACOLES con cañones, morteros, tanques y avionetas de guerra, nuestros maridos se defendieron con piedras, palos y algunas cargas de dinamita. Hasta el lunes en la tarde la mayor parte de los mineros fueron exterminados y los sobrevivientes huyeron a los cerros y otros a las casas de +Villa Cármen+. Las fuerzas del ejército los persiguieron ultimando a los hombres en sus casas, a otros apresaron y los torturaron y a muchos les atravesaron con bayonetas. También a los heridos los degollaron.

A un minero en plena plaza le metieron dinamita en la boca y le hicieron volar en pedazos…..

A los niños les azotaron con cables y les hicieron comer pólvora. A los jovencitos les hicieron echar sobre vidrio quebrado obligándonos a nosotros a pasar sobre ellos, luego los soldados marcharon encima de ellos. Los del ejército parecían fieras salvajes porque estaban drogados y no vacilaron en violamos y también a las jovencitas y hasta niñas.

El 5 de agosto al amanecer han cargado a los muertos, heridos en tres caimanes rumbo a La Paz. Hasta el día viernes siguieron traendo (sic) a los presos amarrados con alambres. A las mujeres nos prohibieron recoger los muertos para darles cristiana sepultura, diciéndonos: ”o hay orden”. Recién el viernes nos dieron orden para buscar a los muertos, pero solo encontramos sacones, pantalones, chompas, jarros, calzados, etc. empapados en sangre, los muertos habían desaparecido. Algunos fueron hechados (sic) en una fosa detrás del cementerio a los cuales no nos dejaron identificar.

Hay por lo menos 900 desaparecidos no se sabe si están vivos o muertes. Adjuntamos algunos nombres de desaparecidos, heridos, muertos y presos.

Muertos: Olimpia de Sánchez, Francisco Coque, Rufino Apaza, Julio Guezo, Quintín Colque, Ignacio Miranda, Pedro Choque, Rufino Chambi. Tres señoras que murieron con hemorragia a causa de las violaciones.

Heridos: Martín Urquiole, Alberto Inca, Andrés Villca (12 años) Jorge Choque.

Desaparecidos: Alejandro Miranda, David Salazar, Agustín Chile (menor de edad), Antonio Inca, Monje Quispe, Pacífico Vargas, Alberto Gonzales, Juan Mamani, Octavio Argolla, Genaro Zonco, José Gutiérrez, Juan Charcas, Felix Flores, Florencio

Mamani.

Presos (Fueron vistos en el Estado Mayor).

José Nina, Ponciano Nina, Daniel Marca, Valentín Lobo, Antonio Pérez, Dionicio Laura, Desiderio Mamani, Pedro Mérida, Genaro Chipana, Luis Zegarra, Benancio Pérez. (Despachados en avión rumbo a Puerto Rico, Pando) Ladislao Vargas, Pedro Inca, Primo Limachi, Mario Luna.

Firman : Madres y Esposas desesperadas de Caracoles.." (7).

El diario "El Nacional" de Caracas, Venezuela, publica el sábado 31 de enero de 1981, una denuncia de sobrevivientes de la bárbara matanza de Caracoles que, en términos generales coincide con la carta de las mujeres ya conocida. Sin embargo, añade algunos hechos que es preciso destacarlos sobre todo en cuanto se refiere a la identidad de los militares que comandaron las tropas "victoriosas" de Caracoles. He aquí algunos detalles complementarios:

" Para romper nuestra huelga de protesta contra el golpe -dice un minero de Caracoles- los dirigentes militares enviaron el 3 de agosto siete camiones de soldados del regimiento +Bolivar+ de La Paz. Frente a la resistencia de los mineros que impidieron su entrada al pueblo a tiros de escopeta y de cartuchos de dinamita los militares se retiraron.

Al día siguiente, 4 de agosto, quince camiones del primer regimiento +Camacho+, comandados por el coronel Arrázola y otros tantos del primer cuerpo de infantería motorizada “Topater”, comandado por el General Ferrel Lobo se presentan al lugar. Vienen apoyados por blindados, cubiertos por una preparación de artillería, de tiro de morteros y de bombardeos de aviación. Los bombardeos destruyeron el hospital.

A los hombres presentes los soldados les colocan un cartucho de dinamita en la boca. Uno de ellos escupió el cartucho, los soldados le arrancaron los dientes y los labios con una pinza, le hundieron el cartucho hasta la garganta y también le hicieron saltar la cabeza.

Las mujeres y los niños de los barrios de +Carmen Rosa y Argentina+ fueron reunidos en la sala del teatro "Hualichinoquiendo" (Juan Lechín Oquendo n.n.) Raúl Valdivia, uno de los hombres presentes propuso a los soldados de ser fusilado a cambio de evitar todo sufrimiento a los niños y las mujeres. Lo mataron de un balazo en la cien y cargaron el cadáver en un camión. En la sala Mario flores y sus hermanos fueron torturados delante de sus mujeres y sus hijos para sacarle información sobre armas. A Flores le destrozaron los testículos y le hicieron el +submarino+.

Los refugiados identifican entre los militares que dirigieron los interrogatorios y las sesiones de tortura al coronel Oscar Roca Elío, jefe de los servicios militares de información de Oruro y al Mayor Abel Elías Sainz, prefecto de Oruro.

"Un “hombre blanco”, de cerca de 45 años que se hacía notar por su acento argentino, es el asesor militar Oswaldo Chemeno, que también tuvo papel destacado en la masacre.." (8).

Según el segundo testimonio, se establece que la primera intentona del ejército de ocupar Caracoles fue rechazada por la resistencia minera que utilizó viejas escopetas y cartuchos de dinamita. Derrotados los generales, corrieron a traer refuerzos, los mismos que llegaron al día siguiente con artillería pesada y aviación. La guerra antipopular que el militarismo de la Seguridad Nacional declaró contra el pueblo, adquiere proporciones regulares, en la ya "célebre" batalla de Caracoles. Las "armas bolivianas" fueron enfiladas otra vez, contra los campamentos mineros y contra las poblaciones civiles aledañas y como en guerra internacional de agresión, las unidades mecanizadas y la aviación de combate, se abatieron inmisericordemente segando vidas y destruyendo las humildes viviendas de los trabajadores mineros. No importa que el "enemigo" haya reclutado niños desarrapados y mujeres campesinas para enfrentar el aguerrido avance de las armas "bolivianas", no importa, asimismo, que las unidades "bolivianas" tengan oficiales argentinos impartiendo las órdenes. No importa nada, El triunfo, por fin es "boliviano".

La "batalla" de Caracoles tiene ya su cuadro de honor cuyo principal héroe es el General Luís García Meza, famoso estratega, fogueado y condecorado oficial con experiencia en operaciones de comando contra plazas abiertas e indefensas. No muy inteligente, pero indudablemente "valiente", ordenó, por ejemplo, el ataque personal a la Presidenta Gueiler y la acción fracasó por la cobarde resistencia implementada por un subalterno de la residencia presidencial. Encendido "patriota", quiere, por ejemplo, que todos coman chuño y charque, mientras la esposa deposita 40 millones de dólares en una cuenta suiza. Decidido "antiimperialista", fustiga a Carter creyendo que Reagan lo reconocería. Una gran medalla y muchos entorchados, premian ya la destacada actuación del militar +boliviano+.

El segundo lugar, corresponde sin lugar a dudas al General Ferrel Lobo y al Coronel Arrázola, quienes, de acuerdo a las órdenes del E.M., tomaron a su cargo las operaciones en el sector de Villa Carmen desbaratando peligrosos contraataques del enemigo extracontinental al cual aniquilaron por completo en la plaza de la localidad.

El tercer lugar lo comparten el coronel

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